06 noviembre 2005


INFRALEVE
Recientemente tuve la ocasión de hacer un obsequio personal, obviamente tuve presente las características que según creo, debe de tener un regalo de esta naturaleza; que sea del gusto de quien lo recibe, que diga de nosotros a quien va dirigido y que sirva de recordatorio nuestro, bien por que se pueda llevar encima o por que lo pueda tener visible en su espacio, pero fundamentalmente que exprese claramente nuestros sentimientos.

El regalo aparentemente es algo que ofrecemos a otra persona, pero el mismo debe de ser un objeto vehicular de la intención, que por provenir de la mismidad, es esencial en si misma, siendo más importante que el propio objeto, el cual resulta ser meramente circunstancial.

Por extrapolación, pienso que la rutina de los actos cotidianos despoja a los mismos de sus intenciones primigenias, de sus connotaciones esenciales y el individuo se va quedando con el acto repetitivo, en vez de atender a la intención del acto que se ejecuta.

Descubrir esa parte tangible, pero invisible a la primera mirada, que ofrece la cotidianeidad, es lo que permite al individuo adentrarse en la Teosofía; mantener una actitud Chamánica o sentirse un Demiurgo y como decía Marcel Duchamp, “apreciar lo infraleve, el paso que existe entre lo posible y el llegar a ser”.