04 enero 2006


Desde mi atalaya I

Tensión
Hay días en que las sugerencias que llegan son empobrecedoras, mediocres, inhibidoras. En otros, una palabra idónea dentro del contexto adecuado, produce una catarsis que resulta reveladora, se abren unas perspectivas diferentes, una visión clara de algo que ronda por la cabeza, pero que no eres capaz de reflejar ni racional ni emocionalmente.
Viene esto a cuento por que descubrí en ese contexto idóneo una palabra clave de nuestro devenir cosmológico “tensión”.

Nosotros, (las formas) entiendo que somos una escisión del caos y al escindirnos, el “todo” caótico se muestra cosmológicamente como un equilibrio entre contrarios, que cuando está perfectamente equilibrado, nos produce serenidad, pues bien, creo que el elemento de cohesión de esos contrarios es la tensión, fuerza que impide disociarse totalmente al “todo” caótico en su estado cosmológico y que a nosotros nos produce bienestar o malestar según el grado de interacción de esa tensión de fuerzas.

Pienso que esta tensión es en si misma la forma más intrínseca de religiosidad (religare, en latín, volver a unir) pues re-liga, ciñe con más firmeza dos fuerzas antagónicas, es asimismo conexión de la realidad tangible cosmológica, con la realidad inefable y caótica, acercándonos por ende a lo que el hombre aspira, aquello que contiene el tiempo, el espacio y la calidad demiúrgica. Lo sagrado.

El intento de moverse por lo inextricable en la búsqueda de la esencia, verdadero contenedor y contenido de la verdad, la belleza y la bondad, en ocasiones, las menos, nos transpone, a lo inefable, al éxtasis, a lo sublime, transmutándonos, permitiéndonos creer que intuimos lo absoluto y participamos de ello.