01 febrero 2006

arabesque nº1

rhapsody in blues


Como muchos domingos, desperté con la música de piano de la vecina de arriba que practicaba.
La chica toca bien y resulta agradable desperezarse con los clásicos. Sin embargo hoy me sorprendió con lo que se podría llamar un clásico del siglo XX, al que, al estar en ese estado crepuscular del duerme vela, no pude identificar con exactitud.
La música estaba según mi criterio cercana a Georges Gershwin, aunque no era de el. A este compositor siempre lo relacioné con el Jazz “culto” de principios de siglo, entendiendo por eso, no el tradicional y popular de New Orleáns que tiene toda la fuerza de lo espontáneo, sino con la música más elaborada, compuesta para una orquesta sinfónica (Jazz Sinfónico) pero que mantiene integras todas las características del Jazz. El Scat, el swing, los blues, el bop, el cool y por supuesto el free jazz.
Respetando por encima de cualquier cosa la pujanza y frescura del sentimiento, el alma y la vida, distintivo de los inicios del estilo, a diferencia de las posteriores evoluciones al Jazz clásico y Europeo, mucho más intelectual y frío.
Pues bien, no se porque asociación de ideas, casi seguro que cronológicas, me encontré dándole vueltas al Art-Nouveau.
Estilo que se coló de rondon en mis intereses ejerciendo sobre mí una atracción importante, posiblemente por su relativamente fácil identificación, su desarrollo en unos momentos históricos muy delimitados, su suavidad de formas, su imposición en la sociedad y la posibilidad de encontrarlo en cualquier ciudad, o por que al tenerlo tan cercano en el tiempo, existen muchas probabilidades de tropezarte con el en cualquier objeto de uso cotidiano.
Sea cual sea la asociación de ideas, descubrí que esa música que me encantaba, para mi estaba unida indisolublemente al modernismo, siendo otra manifestación artística del mismo movimiento cultural, la obra en cuestión era “Arabesque Nº 1” de Debussy y aun recuerdo el impacto que la misma me ejerció, a pesar de haber estudiado música, cuando la escuche “conscientemente” por primera vez, en la cafetería Atalaya, en los jardines de Mendez Nuñez, en una ciudad como A Coruña plagada de Modernismo.