18 noviembre 2005

Hace tiempo que sigo las manifestaciones realizadas por Santiago Sierra y Antoni Muntadas, con los que comparto postulados artísticos. Una mirada crítica sobre cuestiones relacionadas con el capitalismo, (Sierra) y entender el arte como un work in progress, que no solo exige la contemplación sino que necesita traducción como propugna Muntadas y expresa Tarantino “Atención: la percepción requiere empeño”.

Pero hay unas manifestaciones de Sierra que no comparto: “Los restos objetuales cumplen la función de documentar un hecho finalizado del que de otra manera no tendríamos noticias; asimismo, estos restos son a veces lo único comercializable en mis acciones. Una obra de arte, como cualquier otro producto, puede decir sólo aquéllo que no incurra en contradicción con su capacidad de salir y obtener su precio en el mercado, esto rige tanto para un producto médico como para un soneto. La aspiración suprema de cualquier objeto fabricado es la mercancía. Son las reglas de juego”

Creo, que la aspiración de una obra de arte en cuanto objeto, no es convertirse en mercancía. En si misma mantiene una “vida”, que desde su dimensión sagrada, podemos compartir como naturalezas esenciales que somos. Quizás se dio en las manifestaciones de Sierra, un planteamiento al que nos aboca de forma continua la sociedad de mercado, al alterar las palabras que mejor definen algo para utilizar el propio lenguaje del mercado, estableciendo metáforas, que en el mejor de los casos son perversas y discordantes, ejemplo, un “objeto fabricado” no es exactamente una obra de arte, y entenderla como un producto, nos puede llevar a confundir valor y precio.

El ser conscientes de nuestro lenguaje, (la voz como expresión de la idea) nos hace más libres.

Ayer tuve la inmensa alegría de enterarme que habían concedido el Premio Nacional de Artes Plásticas a Antoni Muntadas.