20 noviembre 2005



Mi norma es poner un enlace al tema que me interesa, en este caso, el compromiso, la profundidad, la belleza y fundamentalmente el sentimiento que intuyo, hacen que copie literalmente.

Cartas a Laila

Tentación de apostasía


Andrés Cepadas

Mi apasionada Laila: Nunca te enfades conmigo como lo haces con la jerarquía católica porque te veo muy afectada, aunque la verdad es que no me extraña. Comprendo tu apasionado cabreo con el sanedrín de tartufos que es la Conferencia Episcopal y me parece consecuente tu intención de apostatar. Y tienes razón en que deberíamos hacerlo todos los que en realidad hemos dejado la Iglesia, porque o no somos ya católicos o hemos dejado de ser creyentes. Pero sobre todo porque los obispos están utilizando miles y miles de nombres apuntados en sus registros, que en realidad no son católicos ni practicantes, para apuntalar su pretendido derecho a chupar del presupuesto.

Estoy seguro de que muchos bautizados lo haríamos encantados si no nos diera una tremenda pereza el papeleo kafkiano a que obligan o la intranquilidad que podríamos crear en familiares y amigos nuestros, que están de buena fe ligados a la religión católica. Imagínate la que armarían esos viejos tíos y abuelos, que queremos tanto, si apostatáramos. Si arman el cristo que arman cuando no bautizamos a nuestros hijos o nos casamos por lo civil, figúrate si apostatamos. Para nuestros piadosos y no tan piadosos parientes la ligazón a la fe católica es algo supersticioso y social. Por lo primero creen que, si no bautizamos al niño, puede pasarle algo, porque les predicaron un Dios punitivo y cruel, capaz de castigar a una criatura para vengar nuestro descreimiento. Y por lo segundo, se sentirían mal vistos por su entorno católico. Además, nuestro tiempo de militancia ha quedado atrás y nos hemos hecho perezosos. Por eso, por pereza fundamentalmente, no apostatamos los que ahora somos no practicantes, o descreídos, o agnósticos o ateos y para nada nos sentimos católicos.

Tampoco te inquietes mucho con la salida a la calle de los obispos y curas más reaccionarios y fundamentalistas, "en comunión" con sus organizaciones de masas y con su partido. Fíjate, si no, como han evolucionado. Siempre actúan contra la izquierda, pero con Felipe González, obispos y curas actuaron subrepticiamente lanzando por delante a los suyos y quedándose ellos en palacio y en sus sacristías. Ahora son ellos mismos los que se tiran a la calle. Se les ve un tanto a la desesperada porque parece que presienten la pérdida inexorable de su batalla por la ocupación del Estado. Tienen que estar muy jodidos para implicarse como lo hacen, porque estos elementos son refractarios al ágora y a la calle y prefieren el despacho, el vericueto burocrático y la distancia corta con el poder, la conspiración sigilosa, el cabildeo y la presión, muy discreta pero muy brutal, para conseguir lo que siempre pretenden en el fondo: el privilegio, el dinero y la influencia máxima posible sobre el poder.

Lo que pasa es que no dejan de ser dañinos porque retrasan la normalidad democrática y pretenden ser un estado dentro del Estado para parasitarlo y acabar imponiendo el derecho canónico y la moral católica como derecho común de todos los españoles.

Ocupar la escuela pública, civil y aconfesional es ahora su objetivo, pero detrás está todo lo demás.

Por eso conviene avanzar en el laicismo del Estado, que es el gran signo de nuestro tiempo, la única fórmula para la convivencia cívica y democrática de todas las creencias e ideologías, y para garantizar los derechos de todos los individuos y la mejor vacuna contra todo fundamentalismo.

Y tú, mi apasionada amiga, apostata si quieres pero, en todo caso, empuja confiada porque inexorablemente las creencias y las convicciones volverán a verse como atributos de la conciencia de cada individuo, lugar del que nunca debieran haber salido.

Un beso Andrés

Artículo extraído del periódico "La Opinión de A Coruña", el sábado 12 de Noviembre de 2005
http://www.laopinioncoruna.com/secciones/noticia.jsp?pIdNoticia=41632