23 abril 2006


Hay momentos en los que parece que todo se pone de nuestra parte para que nos reconozcamos y fundamentalmente en los otros, hace dos días tuve una cena muy entrañable con personas que fueron fundamentales en mi adolescencia, cuestión que me hizo sentir muy bien, realmente me fui a casa pensando, que las buenas relaciones escogidas en esos momentos de juventud, a veces desde la intuición, se mantienen en nuestra alma sin dar señales de vida y cuando las reencuentras, tienen aún el potencial que uno creía que se había difuminado.
Pero el caso es que llevo varios días en los que me suceden cosas entrañables, un escrito puntual que hago para un amigo tuvo el poder de emocionarle y a la vez, como la emoción se trasmite de emocionarme a mi.
Por otra parte en una conversación por mail con una amiga creo que descubrimos, que el pararse a desarrollar nuestro propio pensamiento es enriquecedor para ambos.
Ayer, cuando salí de casa encontré a un amigo con el que suelo coincidir, pero con el que realmente no hablo mucho y nos paramos a tomar un café, echamos casi una hora y nuestra conversación fue como un discurrir juntos que nos llevaba de un tema a otro y que a mi, me resulto de lo más gratificante.
Nuestro hacer, tiene un efecto boomerang y cuando nuestros ritmos son positivos, lo que nos vuelve, también suelen ser emociones positivas.
Quizás el acordarse de nuestra capacidad de influir en nosotros mismos, es algo que deberíamos tener presente de forma continuada.